Memoria del Sueño

Cosas que decir y no se puden pronunciar (Carlos Jesús Márquez)

Sentada en una banca, en un patio de universidad; ella, la de la chompa manca y pantalón relleno de vanidad, lee un libro anillado de tenebroso grosor, esperando que miren hacia su lado y ven su esplendor. Mas está sola entre la multitud presente. No hay quien tenga un hola por decirle en mente.

Sigue la rutina de la lectura, voltea la página y continúa. Las pisadas, firmes y duras, siguen su curso y no se atenúan. Nadie gira a verla ni siquiera de reojo. Ni a su vincha perla ni a su libro rojo.

Ninguna mirada ajena se posó en sus pupilas aquella mañana. Nada de lo que esperaba pasó, y se pregunta el porqué mirando la ventana. La clase empieza y ella sigue viendo hacia afuera. Nada mas le interesa y desea que muera. No tiene sentido estudiar o vivir sin ser por los demás observada. Indiferencia y empezarla a sentir es algo a lo que no está acostumbrada.

La pena se hunde así en su joven alma. Su labio carmesí no se llena de calma y grita su pesar a todos los demás. No hubo quien voltee hacia su lugar, nadie miró hacia atrás. Sorprendida bajó las gradas y se fue al baño. Lágrimas en el lavadero eran regadas, y ,de pronto, se abrió un caño.

Un joven enjabonó sus manos y las dejó enjuagar. De su mochila una toalla sacó y se empezó a secar. Ella no dijo palabra alguna y se quedó boquiabierta. Sin certeza sin fortuna la pobre había estado muerta.