Memoria del Sueño

Cosas que decir y no se puden pronunciar (Carlos Jesús Márquez)

3/01/08

Hombre rana

El año académico en la escuela estaba por terminarse y el curso de Biología concluiría finalmente. A lo largo del año habíamos estudiado desde el origen de la vida hasta la genética y sus implicaciones. Todo había sido muy teórico, leímos libros, almacenamos información abundante. Sin embargo, no conocíamos realmente la naturaleza, así que, el maestro nos dio la noticia que tendríamos una clase especial, íbamos a examinar a un animal, lo cortaríamos de tal manera que pudiéramos ver sus órganos en funcionamiento.
Formamos grupos y un compañero se encargó de conseguir el animal. Nos contó que lo atrapó cerca a un estanque. Sus ojos nos miraban fijamente, su mirada era fija, posesiva, desafiante, algo que no había visto en otro animal. No hacía ningún ruido. Muchos opinaban que debido a su limitada capacidad cerebral no podía entender lo que sucedía, pero yo creo que no es así, pese a ser un animal, un simple criatura, podría ser capaz de sentir algo que va más allá de sus instintos, algo que no puedo explicar y espero con el tiempo comprender.
El maestro ordenó que sean sedados los animales, argumentó que era mejor que no sintieran dolor. Un acto "humanitario" para aquella barbarie.Luego que hizo efecto la anestesia, fueron clavados sobre una superficie cuadrada. Sus extremidades extendidas, una a una fueron atravesadas por el metal. La sangre brotaba de las articulaciones superiores e inferiores, el animal había adoptado forma de equis, la última posición que tendría.
El aula parecía ser una sala de operaciones, los instrumentos estaban alli esperando ser utilizados. El maestro dio la orden y empezamos a intervenir. Cogí el bisturí y empecé a cortar desde debajo del cuello hasta el final del vientre. Bajo los músculos empezamo a a ver los órganos, poco a poco nos fuimos adentrando en su anatomía. El estómago, los intestinos, hígado, pulmones y entre ellos el corazón. Aquel órgano me sorprendió, su movimiento, sístole y diástole, aquel motor de sangre se llevaba mi atención.
El maestro dio la orden de extraer los órganos para ser vistos con mayor detenimiento. Uno a uno fueron extraídos, la sangre corría entre nuestros dedos. Finalmente le saqué el corazón, lo deje a un lado y seguí latiendo, como si se negara a dejar de funcionar, rehusaba la muerte.
Tras haber terminado de observar los órganos los devolvimos a su dueño, los colocamos en su sitio. Suturamos la gran herida y la limpiamos. La clase había terminad y el cuerpo fue a dar a un basurero por lo que me comentaron.
No sé el porqué pero la imagen del corazón la tiendo quedó grabada en mi memoria. No debía de afecta, pues al cabo era un humano más en una clase normal de Biología para robots.