Memoria del Sueño

Cosas que decir y no se puden pronunciar (Carlos Jesús Márquez)

17/02/08

Acróstico II

Con la mirada de perro hambriento, aquella que no expresa reales sentimientos, sigue la luz que acompaña sus sombra, que lo amilana y asombra. La oscuridad que lo rodea, negra como brea, se despeja cuando ella aparece, con sus colores que florecen. Su sonrisa aleja los vientos que lo atormentan y las nubes que lo lamentan, las tardes solitarias en el autobús viajando clavado a una cruz.

Pero ahora los atardeceres los comparte con la musa de su arte, la fuente de sus alegrías, la flama de sus agonías. Ella hace que el viva en misterio, disimulando burlas en algo en serio, negando lo que quiere y disimula que por ella muere.

Parece que no le molestan los comentarios, pues él está más cerca que sus adversarios. Sabe que el puede ganar la carrera si sigue de esa manera, como fiel compañero, amigo consejero. Sin embargo, hay algo que se lo retiene, y no es qué sino quienes. Dos amigos añoran lo mismo, como agua del desierto en espejismo. Ellos muestran con claridad lo que él dejó como amistad.

Y así fue como se quedó, uno de los otros se la llevó. Ella sigue siendo su amiga, cualidad que a él lo castiga. Todavía caminan juntos por las avenidas como cuando fueron al puente para hablar de suspiros y sus vidas.

La historia todavía no ha sido concluída, así como la suya tampoco la mía. Él nunca olvidará a ella ni su historía mágica, pero a la vez la más irrisoria y trágica.